Es curioso que, pese a múltiples evidencias de todo tipo que aclaran que el 20 de julio de 1810 en Santafé no se declaró ninguna independencia de España –por el contrario, se juró lealtad al rey Fernando VII-, los gobiernos colombianos persistan en celebrar esa fecha como ‘el Día de la Independencia de Colombia’.
Tampoco se entiende que en los medios de comunicación se propale la especie según la cual, desde los albores de la República se conmemoró el 20 de julio, cuando esa fecha sólo se elevó por ley a ‘Día de la Independencia’ hacia finales del Siglo XIX. Y que en 1910, pueblos como los de Cartagena se negaron a celebrar ese día porque lo consideraban una “fiesta de los santafereños” y no de todo el país. La verdad, los cartageneros tienen su propia fecha, casi un mes anterior a los sucesos del 20 de julio en Bogotá, aunque tampoco fue una declaración de independencia.
Incluso personajes de tanta importancia como Tomás Cipriano de Mosquera, el mismo partícipe de las batallas por la independencia, siempre se negaron a aceptar el 20 de julio como una fecha para celebrar la independencia del país. No sólo porque entonces no se declaró independencia alguna, sino porque con ello se desconocía el patriotismo y el valor de la única población colombiana que se atrevió a proclamar el rompimiento definitivo con la monarquía española en 1810: Mompox el 6 de agosto de ese año.
Al lado de la declaración de Mompox todas las manifestaciones de las demás ciudades y villas de Colombia quedan como timoratas declaraciones de conformismo con la corona española y manifestaciones de afanes elitistas para gobernar a nombre del reino.
Ninguna, ni la de Cartagena, ni la de Cali, ni la del Socorro, Pamplona o Santafé, se acercan siquiera, en claridad de propósitos y afanes libertarios a lo dicho por los momposinos aquel 6 de agosto de 1810.
Que existía gran distancia entre las proclamas autonomistas de las diversas localidades y el manifiesto independentista de Mompox, lo prueba un hecho contundente: el gobierno autonomista de Cartagena le declaró la guerra a Mompox, porque esta ciudad había tenido el atrevimiento de “traicionar al Rey”. Con su carne y con su sangre pagaron los patriotas momposinos el valor de haber sido los pioneros de la independencia en Colombia.
¿Por qué le hemos escamoteado a este pueblo valeroso la gloria de haber sido los primeros en abrir un camino por el que luego transitaríamos la mayoría de los colombianos? ¿Por qué hemos sido tan mezquinos?
Porque la aristocracia santafereña y sus aliados en diversas partes se empeñaron en centralizar el país alrededor de Bogotá, desconociendo el papel de las diversas regiones y pueblos en la formación de la Nación colombiana. Bogotá tenía que ‘iluminar’ al resto del país, así fuera a la brava. No podía ser que el sendero de la libertad lo hubiera señalado en Colombia un pueblo de bogas mulatos y de pequeños comerciantes, y no los ‘cultos’ abogados santafereños o los ilustres descendientes de españoles que ostentaban los mejores cargos en la administración virreinal.
Vaya ironía. Pero tal parece que a los colombianos nos gusta vivir ‘centralizados’ en torno a Bogotá. Sólo así se explica tanta necedad.
La historia nos dice que todo comenzó con un florero. Era viernes - 20 de julio y día de mercado - cuando un criollo fue a pedir prestado un florero. Un acto, en apariencia efímero, desató en un enfrentamiento entre criollos y españoles y culminó en la independencia de Colombia.
Sin embargo, hoy en día es claro que lo que sucedió este día no fue un hecho espontáneo como aquellos que habían caracterizado la vida política colonial. Fue la consecuencia de varias circunstancias que sucedieron en cascada y desembocaron en una gran rebelión del pueblo.
Los criollos tenían razones de fondo, que el 20 de julio se convirtieron en la gota que rebosó la copa. En las juntas realizadas entre 1808 y 1810, a pesar de que los criollos fueron invitados, la representación era mínima: entre 36 peninsulares, había 9 americanos. Esto hizo que los criollos por primera vez pensaran en la posibilidad de acatar un Estado- Nación.
Otro suceso fue el arresto, el 10 de agosto de 1809, del presidente de la audiencia de Quito, el Conde Ruiz de Castilla y sus ministros fueron sustituidos por la junta suprema de gobierno integrada por la elite criolla quiteña. Otra de las causas fueron los motines de Cartagena, del 22 de mayo de 1810 y los del Socorro en el 9 de julio del mismo año.
En consecuencia se creó la junta de notables integrada por autoridades civiles e intelectuales criollos. Los principales personeros de la oligarquía criolla que conformaban la junta eran: José Miguel Pey, Camilo Torres, Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Morales, entre otros.
Comenzaron a realizar reuniones sucesivas en las casas de los integrantes y luego en el observatorio astronómico, cuyo director era Francisco José de Caldas. En estas reuniones empezaron a pensar en la táctica política que consistía en provocar una limitada y transitoria perturbación del orden público y así aprovechar para tomar el poder español.
La junta de notables propuso promover un incidente con los españoles, a fin de crear una situación conflictiva que diera salida al descontento potencial que existía en Santafé contra la audiencia española. Lo importante era conseguir que el Virrey, presionado por la perturbación del orden, constituyera ese mismo día la Junta Suprema de Gobierno, presidida por el señor Amar e integrada por los Regidores del Cabildo de Santafé.
Don Antonio Morales manifestó que el incidente podía provocarse con el comerciante peninsular don José González Llorente y se ofreció "gustoso" a intervenir en el altercado. Los notables criollos aceptaron la propuesta y decidieron ejecutar el proyecto el viernes, 20 de julio, fecha en que la Plaza Mayor estaría colmada de gente de todas las clases sociales, por ser el día habitual de mercado.
Sin embargo, hoy en día es claro que lo que sucedió este día no fue un hecho espontáneo como aquellos que habían caracterizado la vida política colonial. Fue la consecuencia de varias circunstancias que sucedieron en cascada y desembocaron en una gran rebelión del pueblo.
Los criollos tenían razones de fondo, que el 20 de julio se convirtieron en la gota que rebosó la copa. En las juntas realizadas entre 1808 y 1810, a pesar de que los criollos fueron invitados, la representación era mínima: entre 36 peninsulares, había 9 americanos. Esto hizo que los criollos por primera vez pensaran en la posibilidad de acatar un Estado- Nación.
Otro suceso fue el arresto, el 10 de agosto de 1809, del presidente de la audiencia de Quito, el Conde Ruiz de Castilla y sus ministros fueron sustituidos por la junta suprema de gobierno integrada por la elite criolla quiteña. Otra de las causas fueron los motines de Cartagena, del 22 de mayo de 1810 y los del Socorro en el 9 de julio del mismo año.
En consecuencia se creó la junta de notables integrada por autoridades civiles e intelectuales criollos. Los principales personeros de la oligarquía criolla que conformaban la junta eran: José Miguel Pey, Camilo Torres, Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Morales, entre otros.
Comenzaron a realizar reuniones sucesivas en las casas de los integrantes y luego en el observatorio astronómico, cuyo director era Francisco José de Caldas. En estas reuniones empezaron a pensar en la táctica política que consistía en provocar una limitada y transitoria perturbación del orden público y así aprovechar para tomar el poder español.
La junta de notables propuso promover un incidente con los españoles, a fin de crear una situación conflictiva que diera salida al descontento potencial que existía en Santafé contra la audiencia española. Lo importante era conseguir que el Virrey, presionado por la perturbación del orden, constituyera ese mismo día la Junta Suprema de Gobierno, presidida por el señor Amar e integrada por los Regidores del Cabildo de Santafé.
Don Antonio Morales manifestó que el incidente podía provocarse con el comerciante peninsular don José González Llorente y se ofreció "gustoso" a intervenir en el altercado. Los notables criollos aceptaron la propuesta y decidieron ejecutar el proyecto el viernes, 20 de julio, fecha en que la Plaza Mayor estaría colmada de gente de todas las clases sociales, por ser el día habitual de mercado.
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